Tuesday, November 21, 2006

CRUDOLOGO

Sunday, October 02, 2005

Despacho #29, C.R.A.F.T. CLUB.


LA ESPERANZA MAL APLICADA.

Una pareja amiga acaban de tener su primer retoño. ¡Salchichas, se me había olvidado qué feos son los recién nacidos! Todos, sin excepción, son espantosos. Claro, el amor de padres los ciega y por lo mismo ven en su pequeño la viva imagen de un querubín, de los que se aventaban a crayón limpio cualquier pintor sin sueldo del Renacimiento. No tardarán en darse cuenta de que el angelito lo único que hará por los siguientes, digamos 30, 40 años, es comer, chupar, zurrar y diezmar cuentas de ahorros ajenas. Pero eso ya es otra cosa.

Los recién nacidos son más feos que pegarle a una monja con el calcetín sudado. Aún así, con la parejita amiga tengo el compromiso moral de decirles que su bebe, de cuya imagen todavía no me repongo, le da nuevas dimensiones a la palabra “Horripicoso”. El pobre tiernito tiene más arrugas que un pene de pornógrafo recién salido del jacuzzi. Además prieto, cosa que nunca ha ayudado a salir adelante a ningún bebé. No es racismo, estimados cofrades, simplemente un bebé prieto y arrugado nos lleva de la mano a Darwin y sus quisquillosas conclusiones evolucionistas, cosa que me niego a aceptar por respeto a nuestra muy guadalupana creencia de que somos imagen y semejanza de un Dios bondadoso, y los changos, la verdad, jamás han sido bondadosos, menos con nosotros.

Pero todo esto no importa. Seguimos reproduciéndonos como si
por ello te pagaran . Por lo regular se dice que “mientras haya niños hay esperanza”, para mí una de las más estúpidas frases que sólo sirven para salir del paso, sobre todo en el cubículo de maternidad. ¿Esperanza?, pregunto, si ¡¡SOMOS SEIS MIL MILLONES DE IMBÉCILES EN EL MUNDO!! ¿Qué esperanza puede haber? No es cosa de adivinos o pitonisas saber que para cuando cualquier recién nacido hoy alcance la mayoría de edad el mundo será sin duda un peor mundo de los posibles: la obvia sobrepoblación en pánico con desastres naturales consuetudinarios, la práctica inexistencia de espacio para vivir, el tráfico, un río de metal congelado, matarse por una cubeta de agua, el presidente de Estados Unidos latino, el Papa negro y Fox que seguirá pendejo, etc. Ya lo dice mi compadre Totopo: “Cuando llueve caca, caca llueve”. La esperanza, como sustancia de cualidad futura, nunca sucede. Y de ahí vamos a la un tanto deschabetada necedad del ser humano por exigir del futuro lo mejor, como si se nos debiera algo por el hecho de ser especie pensante y haber nacido. Todo esto a sabiendas de que el mismo ser humano se está aplicando el harakiri explotando irreverentemente el universo que le rodea y vive. Hasta ahora somos el único animal que comete el mismo error dos veces y cada vez espera un resultado diferente. De ahí añadámosle el ingrediente meca, o nopal, y entonces terminamos teniendo esperanza en el nene, en la selección de fut y en el PRD. Entramos a una pollería, o carnicería, y si tiene la foto del Papa colgada entonces sentimos que jamás nos van a tranzar. La esperanza mal aplicada. Pese a todo persiste la muy mexicana creencia de que cuando un niño nace, sin importar lo espantoso que sea, “trae torta”. El concepto es sencillo, sin dejar de ser terrorífico: Una bola de carne y semihueso, fea y severamente golpeada después de un viaje de nueve meses, sale expulsada de un recio hueco peludo y por los siguientes años sin fin no hace otra cosa más que dar problemas. Pero resulta que al nacer “trae torta”, o sea la buena fortuna. Lo chistoso es que no es para él (ella), sino para terceros, algo un tanto injusto para el tiernito, aunque sea más feo que un aborto de iguana. Según esta creencia mexicana del “trae torta” una vez que el tiernito pisa base aquí en la tierra las cosas se arreglan entre los maridos, por fin le pagan al papá, consigue un mejor trabajo, se gana un premio de lotería y la suegra se muere. En pocas palabras: la esperanza mal aplicada. Gerardo Australia
Jefes de la compañía Herodes y Asociados.

Saturday, September 17, 2005

Katrina, un pollo con mala suerte.




¡Aguien tiene que pagar!
Cuando un pollo se llama Katrina las cosas pueden salirse fuera de control. En este caso, el sacrificio era inminente. Es hora de decidir si los huracanes tienen nombre de pollo o los pollos nombre de huracanes.

Thursday, September 15, 2005

Despacho #27, C.R.A.F.T. Club.


FUCK YOU, HIDALGO!!
15 de septiembre,
Ciudad de México,
6 p.m.

Sobrio y metido en un tráfico de la real tuna.

Hoy festejamos una vez más la Independencia de nuestro país Banana.
Para que pueda por fin celebrar esta estupenda y esperada efeméride (traducción: “¡tomarme unas cervecitas!”), llevo más de una hora en el tráfico, en un tramo que por lo regular hago, máximo, diez minutos.
Lo que es peor, queridos cofrades: Para llegar a celebrar la autonomía de mi país tengo que viajar a 1.5 km/hr dentro de una caja de sardinas de manufactura nipona, o Nissan, bajo la conducción de un tipo que está tomando “Gatorade” y canturrea una canción de Regeeton, hasta ahí de independencias, digo yo.
Al llegar a casa me espera la verdad sobre la Independencia. Mi mujer es de las que me lleva a misa para que aprenda a decir amén cada vez que ella diga algo. Abriendo la puerta tendré que avisar que “¡Ya llegué!”, algo un tanto tonto de hacer si se toma en cuenta que peso más de cien kilos (o sea, la invisibilidad no se me da). Además los engranes y cadenas del elevador siempre me han delatado por los pasados seis años, sobre todo en la madrugada. Mi independencia comienza con la lista de compras que me pidió la señora desde hace tiempo, una lista a cumplir al pie de la letra (so pena de una ausencia de sexo por los próximos, digamos, ¡diez meses!) de los necesarísimos artículos para la nochecita del "grito". ¿De dónde saco granos para el pozole, tostadas de maíz verde y charamuscas en lata?
Debo aceptar que mi mujer, esa chica que “tiene mis ínfulas y nada de mi dulzura” (en palabras de nuestro poeta Velarde), me dio una nada diminuta lista hace dos semanas de lo que teníamos que adquirir para que una caterva de borrachos y colados viniera a la casa a libar gratis con el so pretexto de que por fin nos deshicimos de los gachupines hace trescientos años.
Ya en el super vi lo independiente que estamos: Más del sesenta por ciento de los productos que compré eran foráneos, incluyendo países de procedencia que en mi vida había escuchado, como la Guayana Francesa con uno maravillosos tamarindos que mire usted. La cerveza más barata que conseguí fue la “Heineken” (por estar en promoción). Compré unas velas en forma de “virgen de guadalupe” (lo pongo en minúsculas por respeto) ¡de China, maldita sea!

Para la próxima sugiero que deberíamos festejar las independencias en el país contrario al del festejo. Si los gringos festejan más que nosotros el “Cincuo de Maio”, fecha donde ellos ni siquiera figuraron como protagonistas, ¿por qué no irnos a Madrid a festejar el 15 de septiembre?, total nadie es independiente.

GERARDO AUSTRALIA.