Sunday, October 02, 2005

Despacho #29, C.R.A.F.T. CLUB.


LA ESPERANZA MAL APLICADA.

Una pareja amiga acaban de tener su primer retoño. ¡Salchichas, se me había olvidado qué feos son los recién nacidos! Todos, sin excepción, son espantosos. Claro, el amor de padres los ciega y por lo mismo ven en su pequeño la viva imagen de un querubín, de los que se aventaban a crayón limpio cualquier pintor sin sueldo del Renacimiento. No tardarán en darse cuenta de que el angelito lo único que hará por los siguientes, digamos 30, 40 años, es comer, chupar, zurrar y diezmar cuentas de ahorros ajenas. Pero eso ya es otra cosa.

Los recién nacidos son más feos que pegarle a una monja con el calcetín sudado. Aún así, con la parejita amiga tengo el compromiso moral de decirles que su bebe, de cuya imagen todavía no me repongo, le da nuevas dimensiones a la palabra “Horripicoso”. El pobre tiernito tiene más arrugas que un pene de pornógrafo recién salido del jacuzzi. Además prieto, cosa que nunca ha ayudado a salir adelante a ningún bebé. No es racismo, estimados cofrades, simplemente un bebé prieto y arrugado nos lleva de la mano a Darwin y sus quisquillosas conclusiones evolucionistas, cosa que me niego a aceptar por respeto a nuestra muy guadalupana creencia de que somos imagen y semejanza de un Dios bondadoso, y los changos, la verdad, jamás han sido bondadosos, menos con nosotros.

Pero todo esto no importa. Seguimos reproduciéndonos como si
por ello te pagaran . Por lo regular se dice que “mientras haya niños hay esperanza”, para mí una de las más estúpidas frases que sólo sirven para salir del paso, sobre todo en el cubículo de maternidad. ¿Esperanza?, pregunto, si ¡¡SOMOS SEIS MIL MILLONES DE IMBÉCILES EN EL MUNDO!! ¿Qué esperanza puede haber? No es cosa de adivinos o pitonisas saber que para cuando cualquier recién nacido hoy alcance la mayoría de edad el mundo será sin duda un peor mundo de los posibles: la obvia sobrepoblación en pánico con desastres naturales consuetudinarios, la práctica inexistencia de espacio para vivir, el tráfico, un río de metal congelado, matarse por una cubeta de agua, el presidente de Estados Unidos latino, el Papa negro y Fox que seguirá pendejo, etc. Ya lo dice mi compadre Totopo: “Cuando llueve caca, caca llueve”. La esperanza, como sustancia de cualidad futura, nunca sucede. Y de ahí vamos a la un tanto deschabetada necedad del ser humano por exigir del futuro lo mejor, como si se nos debiera algo por el hecho de ser especie pensante y haber nacido. Todo esto a sabiendas de que el mismo ser humano se está aplicando el harakiri explotando irreverentemente el universo que le rodea y vive. Hasta ahora somos el único animal que comete el mismo error dos veces y cada vez espera un resultado diferente. De ahí añadámosle el ingrediente meca, o nopal, y entonces terminamos teniendo esperanza en el nene, en la selección de fut y en el PRD. Entramos a una pollería, o carnicería, y si tiene la foto del Papa colgada entonces sentimos que jamás nos van a tranzar. La esperanza mal aplicada. Pese a todo persiste la muy mexicana creencia de que cuando un niño nace, sin importar lo espantoso que sea, “trae torta”. El concepto es sencillo, sin dejar de ser terrorífico: Una bola de carne y semihueso, fea y severamente golpeada después de un viaje de nueve meses, sale expulsada de un recio hueco peludo y por los siguientes años sin fin no hace otra cosa más que dar problemas. Pero resulta que al nacer “trae torta”, o sea la buena fortuna. Lo chistoso es que no es para él (ella), sino para terceros, algo un tanto injusto para el tiernito, aunque sea más feo que un aborto de iguana. Según esta creencia mexicana del “trae torta” una vez que el tiernito pisa base aquí en la tierra las cosas se arreglan entre los maridos, por fin le pagan al papá, consigue un mejor trabajo, se gana un premio de lotería y la suegra se muere. En pocas palabras: la esperanza mal aplicada. Gerardo Australia
Jefes de la compañía Herodes y Asociados.